¡El día que tú me quieras!
Cabecita esquiva,
cabecita loca,
eres roca viva...
Pero en esa roca,
plantaré un jardín
de suave fragancia.
Si la tierra es poca
mucha es la constancia;
¡mi perseverancia
logrará su fin!
Aguardo... ¡Mi nave sus velas enjunca:
ya vendrá el deshielo de tu alma glacial;
ya por cada rosa que tu mano trunca,
brotará un retoño, crecerá un rosal...
¡Derrotado siempre y abatido nunca,
yo, con sueños rotos, labro un ideal!
Y así marcharemos hasta que en su día
cuajen las ternuras sobre el desamor
y mi pobre labio que sólo sabía
murmurar: "mañana"... clame por fin: mía
¡La perseverancia siempre da una flor!
Y el día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras, será de plenilunio,
con notas de Beethoven gimiendo en cada rayo
sus inefables cosas...
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de Mayo!
Mil fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cantarinas
¡el día que me quieras!
El día que me quieras los sotos escondidos
resonarán de cantos nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.
¡Cogidas de la mano cual rubias hermanitas
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras.
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras
y en cada estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos!
El día que me quieras, será cada celaje
ala maravillosa, cada arrebol miraje
de las "Mil y una noches"; ¡cada brisa un cantar,
cada árbol, una lira, cada monte, un altar!
¡El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios!
Amado Nervo
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