viernes, 27 de diciembre de 2013

Poemas saturnianos
a Eugéne Carriére

Los sabios de antaño, que valían tanto como los de hoy,
creyeron, y éste es un punto todavía mal dilucidado,
leer en el cielo tanto las dichas como los desastres
y que cada alma estaba unida a uno de los astros.

(Mucho se ha bromeado, sin pensar que a menudo
la risa es tan ridícula como engañosa,
sobre esta explicación del misterio nocturno.)

Ahora bien, aquéllos nacidos bajo el signo de SATURNO,
fiero planeta, caro a los nigrománticos,
entre todos tienen, según los viejos grimorios,
buena parte de desdicha y de cólera.

La imaginación, inquieta y débil,
en ellos anula el esfuerzo de la razón.

En su vena la sangre, sutil como un veneno
raro y ardiente como la lava, corre y arrolla
encogiendo su triste ideal que se derrumba.

Y así los saturnianos deben sufrir y así
morir –admitiendo que seamos mortales–,
pues su plan de vida ha sido trazada línea a línea
por lógica de una Influencia maligna.

Verlaine

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