Enrique Heine
Quiero recordar a Enrique
Heine, horror del filisteo,
Paralítico, sublime
A quien hirió un ángel negro.
Ironista, melancólico,
Hace una flecha del verso
Y un látigo de la risa
Para fustigar al necio.
Cincelador de sus lágrimas,
Mezclaba miel y veneno
En la copa de algún "lied",
Donde ríe y llora a un tiempo...
Fuíste a morir junto al Sena,
París arrulló tu sueño;
El gran Baudelaire
y Theo.
Y cerró tus ojos tristes
La piedad suave del beso
De una grieta romántica
Que leyó tu Cancionero.
Leopoldo Díaz
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